Desde la primera
vez que lo leí, siempre me intrigaron los versos de Machado que dicen:
Converso con el hombre que siempre va
conmigo
quien habla solo espera hablar a Dios un día
quien habla solo espera hablar a Dios un día
Me parece que el segundo verso contradice al primero: no se habla solo sino consigo mismo. ¿No creéis?
También me llama
la atención que los deportistas se den ánimo a sí mismos durante el juego. Se
ha hecho famoso el grito “Vamos”, de Rafa Nadal. Es un grito en plural: vamos,
adelante; tú y yo. No habla solo, sino que hay una dualidad. Muchas veces he observado que
esto no les pasa solo a los deportistas profesionales, sino a muchas personas
mientras practican deporte.
A veces voy
andando o conduciendo y me descubro hablando, no solo, sino claramente conmigo
mismo. Con un yo íntimo y personal en una conversación en la que no cabe ni un
ápice de engaño. A veces también me ocurre que estoy orando y me doy cuenta de
que he pasado de hablar con Dios a hablar con ese yo. Me sorprende comprobar en
el examen de la oración cuándo sucedió esto, cuándo intervino este otro yo. No
fue que cambié de interlocutor sino que pasó de ser una conversación de dos a
una conversación de tres. Mi otro yo interviene para ayudarme en mi
comunicación con Dios, para fijar sus deseos en mi realidad, para que mi
oración no quede en abstracciones sino que aterrice en lo concreto de mi vida.
Me da la impresión de que ese otro yo es una
versión más plena y consciente de mí mismo. Un yo más sincero y con una visión
más pausada y objetiva de las cosas. Tengo un recuerdo muy grato de algunas de esas conversaciones a tres. De haberlas sentido y disfrutado.
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